

MARIANA KONSOLOS
Nada más lindo que darse un chapuzón en el mar en los días calurosos de verano.
Pero uno de mis mejores recuerdos, eran los viernes de tardecita, cuando llegábamos de Montevideo acalorados y muertos de cansancio a Punta. Entonces parábamos en la Mansa y nos tirábamos al agua calentita para darnos un chapuzón apurado antes que el sol se ocultase para no morirnos de frío.
No nos queríamos ir! Otra cosa que nos encantaba, era cuando íbamos a pasar el día entero a la playa Brava.
Los mayores se instalaban bajo la sombrilla con una heladerita llena de comida y los chicos corríamos al agua a saltar las olas.
-Ésta por arriba, gritaba Marcelo. Y todos nos sambullíamos por debajo de la ola – Ahora por abajo, gritaba yo. Y de repente, sin avisar, venía una ola gigante y nos revolcaba por la arena hasta la orilla.
Nos levantábamos rápidamente y mientras nos sacábamos los pelos de los ojos,corriamos nuevamente para atrapar a la siguiente ola antes que reventara en nuestras caras.
Y la fiesta se completaba cuando entraba mi papá. Él se iba cada vez más hondo y nosotros lo perseguíamos. No teníamos miedo de nada porque él nos protegía.
Mi papá ya no entra al agua con nosotros, de todas maneras yo sigo saltando las olas cada vez que vuelvo a Punta del Este.
Y no hay sorpresa más linda que escuchar un papá con sus hijos recreándo la misma escena que años atrás era nuestra.
Los gritos de júbilo, la alegria y ese sentimiento de sentirse seguro y que nada te puede pasar porque tu papá está ahí para cuidarte.
He recorrido infinidad de playas en el mundo. Hay playas más lindas, con arenas más finas, con aguas más cálidas que las de Punta del Este.
Pero las playas de Punta del Este son mías porque estan llenas de recuerdos, besos al amanecer, atardeceres con clericó y jornadas de juntar berberechos.
Estoy segura que es también parte de muchas otras personas que al igual que nosotros las saboreamos desde la infancia con aguasvivas, mejillones y saltando las olas.
Punta del Este es mi casa, mi refugio y mi lugar en el mundo. ¡Me voy Punta… pero siempre vuelvo!